Hoy quiero contaros un hecho anecdótico que me sucedió realmente.
En la anterior empresa en la que trabajé, teníamos horario partido, y debíamos comer en restaurantes de la zona. Recuerdo que lo hacíamos muy asiduamente en el restaurante Gutemberg, que se encontraba en la Calle Españoleto, esquina a la calle Santa Engracia.
El camarero se llamaba Lorenzo, y ambos teníamos mucha confianza entre nosotros y muy buena relación. Habitualmente ponían de postre, entre otras cosas, naranja preparada, y yo la pedía casi siempre, no solo porque estaba muy buena con un poco de azúcar, sino también porque me resultaba muy cómodo no tener que pelarla.
Un buen día, Lorenzo me trajo una naranja, sin preparar y yo me quedé inmóvil y perezoso, con los cubiertos en las manos y mirando a la naranja, asimilando que si me la quería comer, no tendría más remedio que pelarla.
Lorenzo, casualmente se fijó en este detalle y me dijo con voz muy alta: ¡SI QUIERES TE LA PELO !. Todo el público escuchó el comentario y se quedó callado y mirándonos, esperando mi respuesta. A mí ya no me quedó otra que responder lo siguiente, también en voz bastante alta. ¡ NO GRACIAS, DÉJALO, SI ESO YA ME LA PELO YO SOLO !
Todo el mundo soltó una carcajada tremenda.
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