viernes, 21 de noviembre de 2008

HABLANDO DEL TRABAJO CON EL JEFE, EN EL METRO


Hoy quiero contaros una historia absolutamente real. Se desarrolla en el interior del metropolitano de Madrid.
Yo tuve un jefe, Roberto Legal, que era de ese tipo de personas que viven para trabajar, y no de las que trabajan para vivir. Se involucraba tanto en su trabajo, y en su grado de responsabilidad, que su comportamiento fuera del entorno laboral, no podía imaginarse de otra manera que no fuera en relación absoluta con el trabajo.
Él y yo compartíamos la misma línea de metro, y yo lo tomaba unas estaciones después que él. Muy a menudo coincidíamos en el mismo vagón, y lógicamente hacíamos el trayecto juntos.
Imagináos la siguiente situación: Todo el vagón en absoluto silencio, excepto la típica tos, o el típico estornudo, y de pronto, la voz de mi jefe, con volumen bastante alto, pronunciando la siguiente frase, acompañada con una palmadita en mi espalda: " Hola Luismi, ¿ qué tal todo, que tal has dejado ayer las cuentas Intercompany ? " . A lo que yo le respondo : ¡ Bien, ya le puse el correo electrónico a Lorraine Beetlestone, informándole de nuestros últimos movimientos. " . En ese instante, todo el vagón, que se encontraba repleto de gente, en absoluto silenio, todo el mundo girando sus cabezas y sus ojos en torno a nosotros. Mi rostro se enrojece ante tal situación y mi jefe continua hablando y preguntando sobre el trabajo del día anterior, y el que nos esperaba en el presente día.
Esta situación se repetía todos los días que coincidíamos, que eran casi todos. La gente cuando nos veía juntos, ya ponía caras de todas las clases: de aburrimiento, de asombro, de resignación, de cabreo, de pena por mí, ..............
Yo empecé a temer que llegaría el día, en que algún despechado o descarado, en plan de recochineo me llegase a preguntar también, por la situación en la que se encontraban las cuentas " Intercompany " y si Lorraine Beetlestone estaba buena.
También llegué a imaginarme de una manera más irreal, a toda la gente que ocupaba el vagón, a voces y todos a una, diciéndome : "Hola Luismi, ¿ cómo dejaste ayer las cuentas Intercompany ?

En fin, la verdad es que aquella época resultó ser para mí un gran suplicio, no solo en el vagón del metro, sino también en el entorno del trabajo.

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